TP 1 - Renacimiento y Manierismo

La imagen realizada representa cómo una misma tipología es abordada por el Renacimiento y por el Manierismo, y brevemente se desarrollará con detalle la manera que esta imagen representa las decisiones proyectuales determinadas por sus respectivos contextos socioculturales.
La palabra “tipología” delata que se habla de un “tipo”, y para establecer un tipo es necesario analizar una serie de casos, atravesar un proceso comparativo y, eventualmente, llegar a su categorización. Por este motivo, creemos que la mejor manera de abordarlo es mediante una estudio comparativo entre ambas corrientes.
El concepto de “espacialidad” se refiere a la manera que un espacio es concebido, ordenado y experimentado, y cuando analizamos los siglos XV y XVI, aparecen dos formas de percibirlo. Tanto el Renacimiento como el Manierismo se basan en influencias históricas, como la Grecia antigua o la época medieval, compartiendo una visión espacial que está profundamente influenciada por la idea de la proporción, la simetría y el orden. Sin embargo, difieren en la manera en la que estos principios se implementan por el contexto en el que se desarrollaron.
Antes del Renacimiento, Europa atravesó un periodo de profundas transformaciones en el final de la Edad Media. La crisis del siglo XIV, marcada por la peste negra, las guerras y las tensiones sociales, debilitó la autoridad de la Iglesia y dio lugar a que se produjeran cambios en la estructura social, económica y cultural. Favoreció el crecimiento de las ciudades, de la burguesía mercantil, y cambió la visión acerca de Dios. La cosmovisión medieval estaba centrada en Dios y en la salvación espiritual, otorgándole mucho poder a la Iglesia Católica, teniendo control sobre la vida intelectual, cultural y política, hasta que aparece el humanismo a finales del siglo XIV como rechazo al teocentrismo medieval. Al desarrollarse las ciudades, el comercio comenzó a crecer entonces la preocupación de la sociedad se volvió a lo terrenal, al progreso humano, lo que eventualmente culminó en un interés global sobre el arte y la ciencia. Así la sociedad culta empezó a recuperar y estudiar las tradiciones griegas y romanas, a valorar sus principios de razón, proporción y humanidad, y, consecuentemente los principios de armonía, proporción y simetría que proyectaban una imagen de orden, sabiduría y prestigio cultural.
Sin embargo, hacia mediados del siglo XVI, una serie de eventos como el Saqueo de Roma en 1527, la crisis religiosa derivada de la Reforma y la centralización del poder papal, marcaron una etapa de inestabilidad y crisis que dio lugar al Manierismo. En este nuevo contexto los órdenes clásicos ya no lograban expresar la complejidad del mundo, entonces los arquitectos manieristas intentan distorsionar las reglas heredadas, generando una espacialidad ambigua, tensa y cargada de dramatismo. Esta transformación afecta directamente tanto a la concepción del espacio como a la de las tipologías arquitectónicas tradicionales, que ahora son reinterpretadas para expresar el clima inestable del periodo.
De esta manera, con esta imagen se quiso demostrar esta transición del renacimiento al manierismo, desde el punto de vista tipológico. A simple vista se observa un corte de una basílica y el mismo espejado horizontalmente, y esta operación se realizó para generar dos situaciones simultáneamente. Se marcan dos espacios en la imagen, uno referido al renacimiento, y uno referido al manierismo. En la mitad superior se representa al renacimiento por la sensación de equilibrio, proporción y claridad espacial que otorga la armonía geométrica. En esta etapa, la arquitectura responde a los principios establecidos por autores como Alberti, quien afirmaba que “la belleza consistía en la integración racional y armónica de todas las partes, sin que nada pudiera agregarse o quitarse sin destruir el conjunto”. Esta idea se plasma en los proyectos de Bramante y en la Basílica de San Pedro, donde la planta centralizada y la cúpula monumental son expresión de un orden cósmico y teológico, como señaló Wittkower, quien definió la geometría orgánica como un “valor absoluto, independiente de nuestra percepción subjetiva y transitoria” (Wittkower, R - La Arquitectura en la Edad del Humanismo, página 16). Esto se refleja a través de una arquitectura tradicional greco-romana con cúpula central, columnas ordenadas, y el desarrollo espacial en el eje horizontal.
En contraste, la mitad inferior refleja ese mismo corte pero con alteraciones sutiles que cambian la percepción del espacio. La cúpula, aunque parece ser del mismo tamaño, tiene mayor altura que la renacentista. Ésto se vio en la Iglesia Il Gesú donde buscaron acentuar el eje vertical por sobre el horizontal y así impactar emocionalmente al fiel. Además, se generó una diferencia de altura entre una de las columnas, para así romper con el ritmo proporcional renacentista y tensión espacial que altera la percepción de la escala humana. Otro método para ello, fue incluir una escultura en ambos sectores: En el área renacentista, la escultura sirve como demostración de la construcción de un espacio en torno a la escala del ser humano, para mostrar la importancia del hombre habitando un espacio, a diferencia de la época de la antigua Grecia donde la arquitectura era meramente estética. Para romper con esta armonía, la escultura en el sector manierista no corresponde a la misma escala que la anterior, para poder generar un contraste entre la escala humana y la arquitectónica, generando un clima de incertidumbre.
Para cada caso se utilizó una figura representativa. Para el renacimiento se optó por la escultura de “El David” de Miguel Ángel, que simboliza la figura perfecta del hombre, para hacer énfasis al estudio de proporciones que se llevó a cabo con la ilustración del Hombre de Vitruvio. En cambio, el manierismo es representado por la escultura de “El Rapto” de Bernini, que sugiere un dinamismo y un dramatismo típicos del movimiento.
El juego de la perspectiva fue una herramienta que se intentó utilizar para romper con la perfección renacentista, aunque las herramientas digitales no lograron reflejarlo. La intención fue marcar en el sector renacentista un punto de fuga central y en el manierista, desviarlo levemente, como hacía Miguel Angel en sus pinturas de cúpulas para falsificar la altura y orientación real de ella. Sin embargo, se incluyó una referencia a ésta operación habitual del pintor, al incluir frescos en la cúpula manierista. Ésta combinación de gestos fueron para marcar una pérdida de claridad espacial que definen al movimiento, como lo describe Argán al hablar de la ambigüedad visual y la ruptura de la simetría clásica cuando usa de ejemplo a Miguel Ángel (Argán, G. - El Concepto del Espacio Arquitectónico. Desde el Barroco a Nuestros días, página 46).
Más allá de estas dos maneras de entender un espacio, la operación de reflejar el corte se realizó para generar una planta de cruz latina demostrando que, al funcionar como conjunto, se produce una continuidad tipológica entre ambos estilos. Esta tipología, la fundacional de las iglesias cristianas, representa el origen de ambas, expresando que aunque el Manierismo introduce transformaciones, la estructura básica de la planta basilical se conserva. Esto se relaciona con la idea de Argán de que los cambios estilísticos no eliminan el “tipo arquitectónico”, sino que lo desarrollan, lo redefinen y lo hacen evolucionar históricamente (Argán, G. - El Concepto del Espacio Arquitectónico. Desde el Barroco a Nuestros días, página 35). En el renacimiento, la planta longitudinal con su eje predominante hace de guía a los fieles hacia la vida eterna, el altar mayor, y además facilitaba la procesión así como la contención de mayores cantidades de personas. Para contrastar, en el manierismo la planta es una cruz latina con una sola nave, sin naves laterales propiamente dichas, ya que estas se integran al volumen general mediante una serie de capillas intercomunicadas. La decisión de espejar el corte no solo hace referencia a la simetría visual, sino que permite mostrar cómo un mismo espacio puede ser alterado para expresar ideas distintas.
Como resumen, la transición del Renacimiento al Manierismo fue un proceso gradual. El renacimiento hereda los ideales de armonía, proporción y racionalidad de la Antigüedad clásica, pero comenzó a cuestionarse y a generar tensiones sobre estos ideales. Un ejemplo fue el proyecto de la Basílica de San Pedro de Bramante que ideó con planta centralizada. La imponente cúpula, la cual posteriormente obtuvo la intervención de Miguel Ángel, altera la armonía espacial que antes se había proyectado. La organización del espacio en torno a un eje vertical establece una conexión más fuerte entre lo humano y lo divino, ya que buscaba reflejar el orden del universo a través de la arquitectura de otra manera.
Así se comienzan a establecer las bases del manierismo. Con el avance del siglo XVI, estos ideales comienzan a ser cuestionados, y éste surge como una etapa de experimentación y tensión dentro del mismo lenguaje clásico. La Iglesia Il Gesù, en Roma, es un claro ejemplo de esto que, si bien aún conserva elementos clásicos, éstos son manipulados con mayor libertad para distorsionarlos y generar un ambiente de tensión.
A modo de reflexión, entendemos que en el Renacimiento, en un clima de redescubrimiento del hombre, la ciencia y la razón, la arquitectura se organizó en torno a la proporción y la claridad, reflejando la búsqueda del orden y perfección. En cambio, el Manierismo surge en un contexto de crisis política, religiosa y cultural, y eso se traduce en una arquitectura que ya no busca explicar el mundo, sino expresar su complejidad. Así, la misma tipología puede mantenerse, pero su espacialidad se transforma: de un espacio estable, se pasa a uno cargado de tensión e incertidumbre, donde el orden ya no es absoluto, sino cuestionado.